Hay dos motores podemos decir, que mueve a la humanidad, uno es el deseo y el otro la envidia ósea desear lo que desea el otro, todos tenemos deseos son el motor de nuestra vida no es malo tener deseo pero cuando no alcanzamos lo que deseamos y lo alcanza otro ahí nace la envidia.
"Nadie desea lo que nadie desea"
Un cuarto lleno de juguetes, dos niños, uno agarra un juguete y el otro por supuesto quiere el mismo juguete esta en la naturaleza o no, que suerte, que wacho cosas que le decimos al otro cuando creemos que tuvo suerte, pequeñas expresiones simpáticas teñidas con gotas de envidia.
Ahí otra envidia que es mucho más peligrosa, envidia del ser, la envidia del ser es algo tan profundo, tan profundo que aveces casi no lo podemos ver, ya no envidio lo que tiene el otro, envidio lo que es el otro.
Los fuegos de la envidia tienen poderes sobrenaturales, son fuegos que pueden arrasar con todo pero que pueden encender un motor.
La envidia no es más que un recordatorio de que algo no estamos haciendo para cumplir nuestro propio deseo, hay que luchar por nuestro deseó no darse por vencido nunca, no existe fuerza más poderosa (después del amor claro) que el deseo, es indestructible, nuestro deseo es el único capaz de apagar el fuego de la envidia.
Un envidioso envidia algo que puede conseguir pero un resentido sabe que jamás va a conseguir eso que envidia, sentir que no pudimos ni podemos lograr eso que queremos genera vergüenza y dolor que te va matando, sentir envidia es creer que uno tiene derechos, que la vida nos debe algo y que es injusto que se los niegue pero la vida no nos debe nada, tenemos lo que quedemos y lo que podemos y por todo lo que nos falta hay que luchar, ahí es cuando la envidia se convierte en deseo, y el deseo es motor.
